Coincidencias, casualidades, significado de los sueños, efecto mariposa, conductismo, teorías de evolución, Plantón y Aristóteles, sentido de la vida... manuales, todo son manuales; instrucciones, pautas.
Tienes que digerirlas, adaptarlas. Los más grandes filósofos de la historia se alimentaron de su experiencia, su mente y sus actos, sus actos y su mente.
Convierte en profundo los detalles insignificantes. Saca de un punto minúsculo miles de ramas con más puntos.
Reflexiona en tus ropas, se egoista en ese sentido y captarás lo que quiero decir. Es cuestión de ir más allá de lo que ves, pero sin dejar de verlo, sin dejar de sentirlo.
Saborear un pastel ya hecho es exquisito, pero por más que saborees nunca llegarás a comprender la sensación que te produce probar uno hecho por ti.
Y si vas más allá, mide bien el "más", y no te pierdas en el "allá".
martes, 13 de octubre de 2009
lunes, 5 de octubre de 2009
Inexplicable autoexigencia.
18 horas a la semana entrenando, castigos, riñas, preparación física, malos y buenos momentos, y yo me quedo con los 5 minutos antes de salir al tapiz.
Cuando el sudor de las manos hace resbalarse a las mazas entre mis dedos. El agobiante calor del pabellón sólo precipita esas gotas de agua hirviendo de mi cabeza. Tensión de laca y horquillas, un moño apretadísimo y el rostro tapado por una gruesa capa de maquillaje, salteado con purpurinas de mil colores. A juego con la malla, diminuta, minúscula. Observo las punteras impolutas, meto empeine, tiro de espalda y me coloco al lado de la juez de pista. Mil sonrisas se colocan a mi alrededor. "Suerte". Parpadeo y mantengo los ojos cerrados más de la cuenta. En la oscuridad escucho en silencio la voz penetrante de mi entrenadora. "Disfruta" "Es ahora Lara, demuéstralo". Sólo me quedan un par de minutos. Visualizo otra vez el montaje en mi cabeza. A medida que se acerca el momento el coro de voces y palabras sinceras de mis competidoras, de mis compañeras, de mis amigas... se disipa. Miro fijamente a la juez principal y a la banderita verde que tiene en su mano. Es cuestión de segundos para que se disponga a levantarla y darme paso. Mi gesto es serio. El cosquilleo del estómago vertiginoso. Me cambio las mazas de mano cuatro veces, mientras me quito el sudor en las piernas. Ondea la bandera verde en alto y la megafonía resuena. Aplausos y vítores. Un último "suerte" y un beso en la mejilla. Levanto la cabeza y sonrio todo lo fuerte que puedo. Al instante dejo de escuchar. Camino decidida a la punta del tapiz y me coloco en el principio. El segundo de silencio se hace eterno, mi cuerpo tiembla. Lo último que oigo es un susurro en mi cabeza: "tú puedes hacerlo".
Y me dejo llevar. Pies, rodillas, codos, expresión. Lara, sigue la música, aguanta, gira, salta, recoge la maza, precisa. Consciente vacío, en blanco. Inconsciente dictándome cada paso. Un minuto y medio tan intenso, imposible de explicar. Y acaba. Golpeas con la maza al suelo,sonríes a las jueces mientras una lágrima te cae por el rabillo del ojo. Perfecto. De repente el silencio sepulcral se convierte en un estallido que embarga el pabellón. El cuerpo se tambalea y la cabeza sólo me da la enhorabuena, una y otra vez, todo el esfuerzo volcado ha merecido la pena. Salgo precipitada y veo a mis entrenaodras, saltando de alegría, con una sonrisa en los labios que me lo dice todo. "Enhorabuena". El fulgor del triunfo es tal que no te percatas de que aún quedan las puntuaciones. Aunque en ese momento es en lo último que piensas.
"Puntuaciones categoría Junior, mazas" Silencio absoluto. Las entrenadoras con papel y boli en mano. Las gimnastas con los dedos cruzados, teniendo la certeza de que un par de décimas alteran el podium. Nombre tas nombre y mi nota sigue siendo la más alta. Hasta que la de megafonía se calla. Y tardo un minuto en darme cuenta que he quedado primera. Primera. Levanto la cabeza y veo a todas a mi alrededor abalanzándose sobre mí. Y me caigo hacia atrás llorando sin parar. "Campeona". Y se me acaban las palabras y se me precipitan las lágrimas. Cada día palpo ese recuerdo, ese campeonato y ese momento. "Campeona".
(Torneo Stroke, allá por Mayo del 2005)
Cuando el sudor de las manos hace resbalarse a las mazas entre mis dedos. El agobiante calor del pabellón sólo precipita esas gotas de agua hirviendo de mi cabeza. Tensión de laca y horquillas, un moño apretadísimo y el rostro tapado por una gruesa capa de maquillaje, salteado con purpurinas de mil colores. A juego con la malla, diminuta, minúscula. Observo las punteras impolutas, meto empeine, tiro de espalda y me coloco al lado de la juez de pista. Mil sonrisas se colocan a mi alrededor. "Suerte". Parpadeo y mantengo los ojos cerrados más de la cuenta. En la oscuridad escucho en silencio la voz penetrante de mi entrenadora. "Disfruta" "Es ahora Lara, demuéstralo". Sólo me quedan un par de minutos. Visualizo otra vez el montaje en mi cabeza. A medida que se acerca el momento el coro de voces y palabras sinceras de mis competidoras, de mis compañeras, de mis amigas... se disipa. Miro fijamente a la juez principal y a la banderita verde que tiene en su mano. Es cuestión de segundos para que se disponga a levantarla y darme paso. Mi gesto es serio. El cosquilleo del estómago vertiginoso. Me cambio las mazas de mano cuatro veces, mientras me quito el sudor en las piernas. Ondea la bandera verde en alto y la megafonía resuena. Aplausos y vítores. Un último "suerte" y un beso en la mejilla. Levanto la cabeza y sonrio todo lo fuerte que puedo. Al instante dejo de escuchar. Camino decidida a la punta del tapiz y me coloco en el principio. El segundo de silencio se hace eterno, mi cuerpo tiembla. Lo último que oigo es un susurro en mi cabeza: "tú puedes hacerlo".
Y me dejo llevar. Pies, rodillas, codos, expresión. Lara, sigue la música, aguanta, gira, salta, recoge la maza, precisa. Consciente vacío, en blanco. Inconsciente dictándome cada paso. Un minuto y medio tan intenso, imposible de explicar. Y acaba. Golpeas con la maza al suelo,sonríes a las jueces mientras una lágrima te cae por el rabillo del ojo. Perfecto. De repente el silencio sepulcral se convierte en un estallido que embarga el pabellón. El cuerpo se tambalea y la cabeza sólo me da la enhorabuena, una y otra vez, todo el esfuerzo volcado ha merecido la pena. Salgo precipitada y veo a mis entrenaodras, saltando de alegría, con una sonrisa en los labios que me lo dice todo. "Enhorabuena". El fulgor del triunfo es tal que no te percatas de que aún quedan las puntuaciones. Aunque en ese momento es en lo último que piensas.
"Puntuaciones categoría Junior, mazas" Silencio absoluto. Las entrenadoras con papel y boli en mano. Las gimnastas con los dedos cruzados, teniendo la certeza de que un par de décimas alteran el podium. Nombre tas nombre y mi nota sigue siendo la más alta. Hasta que la de megafonía se calla. Y tardo un minuto en darme cuenta que he quedado primera. Primera. Levanto la cabeza y veo a todas a mi alrededor abalanzándose sobre mí. Y me caigo hacia atrás llorando sin parar. "Campeona". Y se me acaban las palabras y se me precipitan las lágrimas. Cada día palpo ese recuerdo, ese campeonato y ese momento. "Campeona".
(Torneo Stroke, allá por Mayo del 2005)
domingo, 4 de octubre de 2009
Té con dos de azúcar.
Es como cuando te haces un té. Al principio está hirviendo y acercar la mano a la taza te quema, entonces esperas. El tiempo es estimado, te lo revela la práctica, la experiencia. Pero sin quererlo sabes casi a la perfección cuando el té está a la temperatura ideal. Pero... ¿qué pasa si lo dejas demasiado tiempo enfriar? Pues exactamente eso, se enfría. Y el té calentito que esperabas ya no está, repudias el té frío, así que no te queda más remedio que levantarte tirar el saquito inutil y hacerte uno nuevo. También puedes recalentarlo, pero ya no es lo mismo y lo sabes, además el tiempo de espera se multiplica. La cosa es que te acabas cansando del té, de esperar, de que se enfríe y de tirar saquitos. Como consecuencia, bajas al super de enfrente a por una Coca-cola fresquita. Cuando te la acabas, te percatas de que en realidad te apetecía un té. Pero ahora lo odias, lo aborreces, porque ha acabado con tu paciencia. El té sólo es culpable de tener esas características propias que lo hacen enfriarse a medida que pasa el tiempo. Pero tú tendrías que haber sabido cual era el punto exacto para tomarlo.
(Restarle importancia a lo que importa y dársela a lo que no importa, esa es la clave.)
(Restarle importancia a lo que importa y dársela a lo que no importa, esa es la clave.)
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