lunes, 13 de diciembre de 2010

Soledad dos puntos

1. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.

Curioso que las definiciones oficiales de los diccionarios rara vez coincidan con lo que realmente significa una palabra para cada cual. Sobre todo en lo referido a los sentimientos, a las emociones, a todas esas cosas que se nos escapan y que todos hemos vivido de formas diferentes. Soledad, normalmente este término posee más carga negativa que positiva. Aunque hay gente que disfruta de estar sola... pero ¿es eso lo mismo que disfrutar de la Soledad? Parece que ya la palabra en sí arrastre consigo un significado negativo.
¿Qué es para mi la soledad? Bien, yo lo tengo claro. Y no coincide, como era de esperar, con ninguna de las acepciones anteriores. Para mi la soledad es mucho más que la carencia de compañía, al fin y al cabo puedes estar rodeado de gente y sentirte completamente solo. Para mi la soledad es mucho más que ese pesar por la pérdida de alguien... que eso pueda desencadenar sentimientos de soledad no significa que eso sea en sí la soledad.
Por tanto me parece una definición pésima, aún así respetable, pues yo misma no puedo ofrecer una definición mejor, no de forma objetiva. Pero lo que escribo ahora no pretende en ningún momento ser objetivo, al contrario, es mi opinión, mi definición, la asignación de mi propia acepción, según mi punto de vista, a un concepto real.
Y bien...

La soledad es hablar y que nadie escuche realmente lo que quieres decir, la soledad es mirar a tu lado y no hallar ninguna mirada cómplice, la soledad es no disfrutar de un abrazo cálido, no tener a nadie CON quien querer; la soledad es la incomprensión ajena, la indiferencia, la búsqueda continua de un sitio, tú sitio. La soledad es no encontrarse, y que en definitiva, no te encuentre nadie.

Discrepo que sea una buena definición para incluirla en el diccionario de la R.A.E., pero al fin y al cabo, un diccionario no entiende de experiencias personales, de errores cometidos, de tiempo, de distancia... No hay nadie como uno mismo para establecer sus propios significados, el por qué de sus actos, y en definitiva, el sentido de su propia vida; eso es trabajo de uno mismo, y de nadie más.
Una tarea que se realiza solo, no en soledad.


(Me alegra saber que no me considero ejemplo de esa acepción, al menos no en este momento) :)

jueves, 9 de diciembre de 2010

Navidismo

Principios de Diciembre en Barcelona. Caminaba tranquilamente por el ensanche, bajando hasta la Gran Vía de las cortes catalanas y llegando hasta Paseo de Gracia. Me dedicaba tan sólo a observar: la gente, las tiendas... y como no, el entramado de luces de Navidad que alumbraban las calles a compás con el frío viento que combatía mi bufanda. Todo lleno de adornos en las puertas de los establecimientos, cada bar con su respectivó abeto navideño. No había más que indicadores, advertencias, por si alguien aún no se había dado cuenta, de que llegaba la Navidad.
Es curioso, el día del nacimiento de Jesús le corresponde al 25 de Dicimebre, pero evidentemente, la importancia de todo este ritual navideño se ha convertido en mucho más que ese acontecimiento. La Navidad significa invierno, turrón, adornos, chimeneas, regalos, y toda esa parafernalia yanquie de papanoel, y toda la cultura cristiana de los reyes magos, y todo el legado ancestral que dictamina estar con la familia en esas fechas; en definitiva, un cúmulo de influencias de todas partes, que conlleva mucha historia y que es absolutamente sagrado, considerado una época de amor y felicidad para muchos, y oportunismo consumista, para otros.
Realmente aquí era donde quería llegar. Mientras caminaba por una de las tantas calles de Barcelona, vi algo que me hizo pararme en seco: unas luces de Navidad decoraban toda una larga calle, compitiendo con las farolas que alumbraban aún más sus esquinas, eran sencillas, de dos colores, las bombillas no eran muy grandes, dibujaban una especie de cuadrado blanco, y justo en el centro, vestida de rojo, se dibujaba la silueta de una bolsa estereotipada, con sus perfectas asas y su cuerpo rectangular. Cientos de bolsas alumbrando la calle, cientos de bolsas metaforizando la Navidad, cientos de bolsas desde lo alto mirándome con arrogancia, y riéndose de cada una de las personas que pasaba por allí. La Navidad en una bolsa, señores. Y bien... Dónde ha quedado el niño Jesús? y los tres reyes Magos? y todo el significado religioso y familiar que cargaba estas fechas? Incluso la influencia de la Cocacola vistiendo al famoso Papanoel de rojo? Dónde a quedado la sutileza del publicista? Se ha perdido en otoño, escondido debajo de las hojas; y ahora sólo queda la simplicidad.
Ya no hay nada más que esconder: consumid ciudadanos, que llega la Navidad.
Un abeto, muérdago, bolas de colores, nieve, gorros de lana, bufandas, turrón, luces... todo una estrategia, un mecanismo que hace movilizarse a cada uno de nosotros hacia el interior de todas esas materializadas Navidades creadas en cada establecimiento. Porque lo peor de todo, es realmente la respuesta a todo esto: cientos de personas en un ir y venir, cargados de bolsas, (estas también con decorado navideño, claro) chocando entre ellos y hablando y riendo, como si la Crisis no fuera con ellos, sumergidos en el oportunismo de las marcas que lucen un "Merry Christmast", propiciando nada menos que un "Navidismo" y sustituyendo el sentimiento real de la Navidad, el calor humano, la familia, la solidaridad... y todos esos grandes valores que te venden las tiendas envueltos en papel de regalo, metidos en bolsas del Corteinglés.
Grandes valores de plástico, de papel, de mentira.