jueves, 28 de enero de 2016

# 1.

Y así exprimimos el tiempo en una continua comunicación equívoca.
Agrandamos, eternamente, el espacio entre los dos.
Nuestras miradas opacas enmudecidas para siempre,
se sostienen muertas de frío.
Y el pitido de tu teléfono al comunicar,
Repetidamente,
Todo el rato.

Duele

que

ensordece.

Pero más pesa no saber si hemos sido transparentes.
Si he sido transparente.
Si sé quién soy.
¿Cómo amarnos, sin saber quienes somos?
¿Cómo saber si te vas, quién se ha ido realmente?

martes, 29 de diciembre de 2015

LOVE STREAMS



¿Qué es lo que espero yo del amor? Es una buena pregunta para hacerse muchas veces y volverse loco. Me he encontrado con mis propios engaños, con mis fantasías que parecen sueños pero no lo son. He sacado algo en claro: como persona imaginativa, fantasiosa y romántica, siempre estoy desarrollando situaciones hipotéticas en las cuales vivo con mi pareja en una casita de madera en medio de la naturaleza y hacemos el amor tantas veces que nuestro sudor se confunde y se genera una atmósfera de oxitocina que nos coloca inhalando el placer del otro. Nos nutrimos al compartir nuestro arte y nos entendemos en un bucle comunicativo sinfin en el que no necesitamos nada más. Luego me paro a reflexionar un momento y pienso si de verdad quiero eso. Tengo la inercia, que me viene desde que era una niña, de idealizar situaciones de amor romántico, idealizar personas y buscar el fuego y la pasión, y por consiguiente el dolor, en las relaciones. Soy una romántica empedernida, he consumido demasiada ficción occidental. Y estoy empezando a notar... que me quedo atrás… que esto está pasado de moda, que ya no pega, que no cuadra, que no mola. En un mundo dónde lo que prima es lo efímero, el usar y tirar, la comida basura, el gps, las relaciones abiertas, los viajes de negocios. Me siento parte de este frenetismo, de no acabar en un sitio y ya empezar en otro, de enamorarme tres veces al día. Por tanto puedo entender de qué se trata, puedo entender que el amor en la actualidad está empezando a perder su connotación romántica del siglo XIX, que los juglares ya no existen. Tinder, Grinder, Meetic, Badoo, Instagram, Facebook. Y en este caos de personas que conocemos y lugares que visitamos y experiencias nuevas cada minuto, no hay cabida para los dolores del amor romántico. Pienso que quizás lo que le venga bien a esta época, o una buena manera de adaptarse para los románticos como yo, sea a través de los amores estacionales. Es decir, sentir el amor de la misma manera pero aprendiendo a despedirlo, como despides el verano cuando empiezan a caer las hojas caducas con el primer céfiro del otoño. Un amor para cada estación del año. Quizás se pueda alargar el verano dos años, o el otoño tres. Pero siempre con la certeza de que llegara un momento que no tengamos nada más que aprender el uno del otro, que las dos líneas de nuestras vidas empezarán a separarse y no tendrá sentido esforzarse por crear nudos cuando naturalmente pesa una despedida. Quizás lo sano, lo inteligente, es aceptar que esto es así. Y que lo corroboran la cantidad de matrimonios rotos, y padres y madres que no se besan al despertar. Quizás no hay un amor para toda la vida, sino todos los amores son para toda nuestra vida. Porque nos construyen y enseñan y son parte infinita de nuestro ser. El recuerdo es indestructible y perdura siempre. ¿No es más razonable mantener recuerdos bonitos que esforzarnos por mantener un presente agrio por luchar contra lo naturalmente muerto?
A mi me da mucha pena. Porque no sé si podré adaptarme. Sé que en el fondo es por miedo. Miedo a que no me quieran igual, miedo a no encontrar una persona tan afín, miedo a no encontrar confianza. Aunque en definitiva son aspectos que siempre he ido encontrando y no hay ninguna señal que indique que no lo vaya hacer ahora. Pero es un miedo irracional. Quizás perder ese miedo me haría más feliz. Quizás aceptar el amor del siglo XXI me haría más feliz. Quizás la individualidad es lo más sensato. Lo pienso y me duele. Y vuelvo a pensar que nací en una época equivocada en la que ya nadie muere por amor.

LOVE is a continuous stream.
(En The Lobster, al final, se convierte en langosta).


lunes, 7 de diciembre de 2015

CAPÍTULO 1: PETRÍSCOLE


Asumió Petríscole que su fin último era poseer a Poder. Se dio cuenta que al quitar todas las capas, sólo quedaba Poder, con su prepotencia y su despotismo, desnudo, con un gran pene. Y sólo quería que le penetrara hasta hacerse uno y fundirse en un éxtasis de amor egoico. Estuvo tiempo ciego por Éxito. Es que Éxito era mucho Éxito, se la ponía bien dura cuando conseguía dominarlo.  Sin embargo no podía resistirse a Amor, era su pecado más grande, serle infiel al tremendo de Éxito con el inestable e irracional de Amor. Tanto tiempo cegado por la magia de estos dos, y ¡joder, que craso error de Petríscole! En esencia sólo deseaba a Poder. Se podría decir que a Amor y Éxito los quería en términos de dominancia unilateral. A poder lo quería con todo su esplendor, con sus venas hinchadas y sus respiraciones fuertes y entrecortadas, quería cada pelo y ansia de escupitajo, lo deseaba y ansiaba tanto que no le importaba morir por él. 
Petríscole, cegado por la inminente luz de la verdad, enmudeció.





(Continuará...)

domingo, 11 de octubre de 2015

No sé, quizás, y puede ser.


No sé, quizás, y puede ser, las sombras fueron la condición reverberante para quedarme ahora embelesada con tanta luz de vida.
No sé, quizás, y puede ser, me he ido escondiendo retirando miradas, que ahora me queman las gotas saladas de un contacto entre pupilas. 
No sé, quizás, y puede ser, he enloquecido entre paredes que las he llegado a demoler, dejando al descubierto mis pedazos.  Minúsculos fragmentos tejidos con hilo rojo.
No sé... 

Quizás...

Puede ser que haya sido perder el miedo a sentir dolor. O perderme mil veces y encontrar al final sentido. Ir cosiendo con la retórica una historia de casualidades perfectas que trascienden de lo mundano, sibilinas, jugando con mi histrionismo a ser parte de un plan cósmico. Mi plan. 
Y quizás, pero no lo sé... 
las nubes rojas tienen sabor, y las calles mojadas llueven al revés al pasar rodando sobre ellas. Las líneas irregulares de allá arriba las conforman los tejados de colores, cortando el cielo con soberbia, delineando un espacio de movimiento y acción que desde lo más alto de la noria nos convierte en seres minúsculos e insignificantes.


No sé, quizás, y puede ser... amo más la vida desde que te hiciste aparecer.


viernes, 9 de octubre de 2015

Hogar.

Y se me ocurre lo indispensable que es la atmósfera de la vivienda. La gente cambia de casa y focaliza su cambio en un nuevo apartamento. Sin embargo el entramado emocional y psicológico que se crea va mucho mas allá. Somos energía acumulada en un talonario de inputs vitales que segregan hábitos de pensamiento destinados a evidenciarse en la acción. Y entonces imitamos, entonces proyectamos, idealizamos lo que nos gustaría ser, nos masturbamos. En la repetición se encuentra el aprendizaje y veinte mil veces tres te hará encontrar triángulos en cada esquina. Si el muro de azulejos morados se sustituye por un sofá amarillo de cuero, de repente, cambias de idea. Y es sencillo de entender. Una vivienda te acompaña, te refugia, te consuela. Las paredes comparten tus lágrimas y tus carcajadas. Y a diferencia de otros, lo ven todo. Acostumbrarse a ver el muro de otro color significa cambio. Y lo interesante es que va mas allá de un muro. ¿Cuantas cosas hacemos entre paredes que jamás hemos mostrado un ápice de parecer llegar a hacer?. ¿Cuántas excusas necesitaríamos para explicar todo lo que tienen que explicar ellas? Plagadas de energías, y conocedoras de múltiples pensamientos. Quizás ellas serían las más flexibles. Por entender de alguna manera cada mente dispuesta a su saber. Y con este escrito dignifico la apreciación a la vivienda esperando de alguna manera quedarme exenta de pretenciosas descripciones sobre la sensibilización con el espacio, como si eso tuviera que ser normal, o aparentemente normal. Y es que aparentemente somos muchas cosas. Soy. Soy. Soy. Y no tenemos ni idea de lo que somos. Y ya me iba por las ramas así que vuelvo a mi suelo, mi techo, mis luces y mis lamparas. Si me voy a dormir cada día con un espacio perfecto para la acción, esta será bienvenida, y llegará brillante entre vítores y aplausos. Espeluznantemente atrevida, segura, y preciosa. Y los fantasmas de mi casa son mis propios fantasmas. Y sus escondites están en donde la casa decida. Con sus recovecos pensados para almas como la suya. Así que quien ose decir que el espacio se puede eludir no sabe quien es. Y el tiempo se le escurre entre los dedos, como la lluvia agrieta el cemento con cada gota de mal tiempo.



jueves, 14 de mayo de 2015

Tu mirada valiente.





Valiente,
¿Dónde están tus ojos?
anhelo una mirada diáfana.
Busco activamente tu virtud, 
en esta visicitud impredecible.

Una pausa,
 en el tiempo y calor en las retinas.
Y ya atinas a saber que mi mirada valiente también tiene miedo.
Y miro dentro y veo amor en estado etéreo,
arreboles 
cósmicos 
difuminan los costados.
Rompemos la membrana que impone resistencia a ser atravesada.
Membrana que esconde la envidia, la ira y el temor pesado.
Membrana fina, frágil, que se deshace al sostener la mirada.

Mírame, muéstrame verdad.
Que ansío la belleza de lo puro,
y juro,
que jamás había visto tanta pureza.

No hay miedo si se muestra, si se sostienen las pupilas.
El alma se revuelca y tumbada es, solamente.

Eres el fulgor de la naturaleza...
Y es curioso ver de vez en cuando, atisbos de miedo en tus retinas.

Como una canción repetida...
latiendo en tus ojos al son de tu meliflua sonrisa.

Mírame, valiente bocanada de vida.






sábado, 14 de marzo de 2015

CARIZ CUCURBITÁCEO, ESCRITURA AUTOMÁTICA.


Acostumbrándome a la dicha de la visicitud, a los diáfanos caminos que resultan cuando mi historia es un vodevil más que una elegía, llenándolo todo de macondos y permitiéndome vislumbrar los arreboles que tiñen el cielo de sangre. Me mantengo en movimiento alimentándome de quiméricas ilusiones al son del céfiro, el mismo que me revuelve el cabello. Nadando en retruécanos de opuestos binarios que conforman el núcleo de mi fragmentado ser. Inefables serindipias de baladíes, carencia de boatos, a veces me nublan sibilinos mantos de incertidumbre, otras siento en el puerperio el sentido, epifanías iridiscentes, dónde encuentro vida. Es entonces cuando oigo ráfagas melifluas y además de color descubro sonido, me vuelvo inmarcesible como un tulipán seco, descansando para siempre entre las hojas de algún libro lleno de historias. 
Éterea. Inmanente.