jueves, 1 de enero de 2015

1 de enero



Desde mi más puro tedio estoy escribiendo estas palabras. Tedio, resaca. No una resaca cualquiera, sino LA resaca. La del 1 de enero. Y estoy trabajando, que es lo crudo. El tedio me permite, a veces, reflexionar. Y ahora hallándome en un balancín neuronal que va con su vaivén del mas puro aburrimiento a segundos oníricos por verse mi mente coja, pesada, lenta... he llegado a la conclusión de que me encanta el 1 de enero. En perspectiva claro, no se puede decir que ahora mismo esté tumbada en una cuna de placer, pero el verlo así me ha hecho observar este día con humor. Es el día global de la resaca. Un montón de mentes pesadas, adormecidas, inhabilitadas, que no llegan a ninguna conclusión desde la horizontalidad de sus cuerpos en el sofá. Bajones emocionales, y resacas morales... cuando hace unas horas éramos todos héroes, con nuestros propósitos, nuestras uvas, nuestro vino. Nuestra tontunez nocheviejil que tanto me gusta. Y hoy... ¿hoy qué? 
Hoy somos sacos de polvo. 
Construcción y deconstrucción. La más pura realidad humana. El ciclo inacabable de opuestos binarios. 
En cualquier caso, tiene mucha gracia.
Como lo tiene que a las 12 de la noche la gran mayoría de los españoles estén en silencio comiendo 12 uvas. Es mi momento preferido de la noche. Siempre me viene la imagen grabada desde un satélite. Un montón de cabezas, en un montón de casas, comiendo uvas a todo gas para conseguir fortuna por un año. Se crea una energía mágica, una sonoridad que simboliza el comienzo de un nuevo año: todos masticando las uvas, mordiendo y escupiendo las pepitas con la mirada fija en el reloj. Y de fondo 12 campanadas. La banda sonora de-el año que suena a grotesca ilusión. Seres hipnotizados por una costumbre sacada de la manga, engullendo furtivamente la esperanza de cambio y mejora. Uva, tras uva. Mordiendo las desgracias del año anterior, y brindando con la última uva por escapar hacia adelante... 
Progresar, conformarse. 
Ser feliz.

¡FELIZ AÑO!
¡FELIZ ILUSIÓN!

Es lo que, al fin y al cabo, nos mantiene vivos.  

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