martes, 17 de mayo de 2011

Planes y aviones.

La gente hace planes. Tener visión de futuro es considerado una gran virtud. Establecer tus actos a partir de las consecuencias futuras y beneficiarte, a largo plazo, de ellas parece ser el patrón de vida preferido. Preferido por la gente.
Lo curioso es que rara vez se cumplen esos planes a raja tabla. Siempre aparece algo en medio que cambia la dirección de nuestros objetivos, que los perturba, que los rompe, y establece nuevos. Todo pasa a ser un sinfin de proponerse un plan detrás de otro, en cambiar ese plan, en imaginar el plan perfecto, en preocuparnos por sus consecuencias, en temer un plan arriesgado, en adaptarnos a planes con objetivos facilmente alcanzables para no sentirnos vacios. Todo para notar que de hecho "hemos logrado" algo.
Y entre plan y plan se nos olvida donde estamos y lo que estamos haciendo; se nos olvida que estamos viviendo en ese mismo minuto y no en el siguiente, ni en el anterior, y nos perdemos lo que en ese minuto está a nuestro alrededor y que ya no será igual al minuto siguiente.
Propongo que algunos planes se establezcan solos, así siempre sentiremos que hemos logrado algo, ya que ese "algo" siempre será lo que estamos esperando, porque no hay ninguna otra cosa más que esperar. Seríamos hipotéticamente felices... O no. Quizás los planes son una manera de supervivencia superior. Quizás sean necesarios, y por eso nos empeñamos en cumplirlos. Como las promesas, como los años.

Realmente todo gira en torno a la motivación. Los objetivos son para alimentarla. Y muchas veces, sin darnos cuenta, descuidamos las emociones por darle más importancia a los aspectos motivacionales, que serán luego los que nos produzcan otro tipo de emociones... controladas, esperadas.
Planear es sinónimo de ordenar. No hay que olvidar que el orden y la normalidad gobiernan nuestras vidas... vivimos pretendiendo y simulando constantemente "ser normales", o mejor dicho, ser lo que los otros esperan que seamos. Por eso damos los buenos días, sonreimos, asentimos, y ritualizamos constantemente nuestros actos. Pero en nuestra cabeza hay mucho, mucho más que todo eso. Y tan solo una mínima parte es la que mostramos en forma de sonrisa, de plan, o de saludo. Intentamos decirnos que debemos seguir esa linea que nosotros mismos hemos dibujado. Porque así está bien. Porque así estamos tranquilos, cómodos, y mantenemos el control, porque solo nosotros somos dueños de esa linea dibujada previamente. Acabamos resolviendo nuestro día a día con una operación matemática muy básica:
control+motivación+orden x planes = felicidad.

Pero todo lo que tenemos dentro es mucho más que una operación matemática. Es mucho más que un plan. Y a su vez, muchas veces, es muy distinto a lo que realmente existe. Hay como una incongruencia constante entre el mundo de nuestras cabezas y el real. Ambos chocan, se lian, se complican, se enfrentan, se complementan, se quieren y se odian. Y el objetivo real es conseguir que ambos mundos se acoplen sin que haya una dominancia de uno sobre otro.
Nadie advierte de la dificultad de hacerlo, y es una putada, porque no se pueden hacer trampas, ni trucos... No puedes engañarlos a los dos.

O sí.

1 comentario:

Andrenalina dijo...

''vivimos pretendiendo y simulando constantemente "ser normales", o mejor dicho, ser lo que los otros esperan que seamos''


Me repito pepinillo de mar pero... siempre me encanta y considero que tienes muchísima razón en lo que dices.
Quiero abrazarte muy mucho. Odio que estés tan lejos, joder.