domingo, 7 de febrero de 2010

Cuando te deje de importar, preocúpate.

Para qué me voy a poner a escribir sobre este mundo hipócrita si eso ya está tan visto, que cansa. Para qué me voy a poner a despotricar sobre la superficialidad que empapela nuestros actos, si no voy a cambiar nada. Para qué voy a citar una retaila de aspectos asquerosos, si por más que los plasme, seguirán siendo igual de asquerosos. Para qué voy a decir la vergüenza ajena que me producen tantisimas cosas que me rodean. Para qué. Para qué me voy a preocupar del sentido de las cosas, de la transición del tiempo o del mal uso que le doy en ocasiones, si voy a seguir en mi línea. No voy a cambiar. Nadie lo hace, no soy especial, yo tampoco lo haré. Para qué buscar responsables por y para todo, como si todo lo ajeno fuera culpa de tus actos, como si tus actos fueran consecuencia de lo ajeno. Para qué. Para qué cambiar el gesto cuando veo algo que no me gusta, ¿a alguien le importa sinceramente lo que yo piense acaso? A nadie. A mi no me importa. No me importa. Importante es un adjetivo demasiado selecto. Importar es un verbo bastante superficial. Pero... "para qué me voy a poner a despotricar sobre la superficalidad que empapela nuestros actos..."


Para nada.
Así que silencio.

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