Como ya muchos nos han comparado, funcionamos como el mecanismo de un ordenador. Nos hemos creado en forma de máquina, sin duda.
Ante un estímulo adverso nos inquietamos, nos trabamos, nuestra parte racional se colisiona, como lo hace el ordenador ante un virus, o una sobrecarga de información. Muchas veces reiniciamos, volvemos a intentarlo, apagarse por minutos es a veces la mejor opción, y lo sabemos a ciencia cierta.
Otras muchas, nos estresamos, nos embarga un terrible miedo o vacío interno que no busca reiniciar, sino abandonar, apagar y punto. Lo apagado siempre se vuelve a encender. Un ordenador apagado es totalmente inutil. Así que volvemos a funcionar. Normalmente si nos apagamos un tiempo, al encendernos estamos perfectamente, como si todo lo malo se hubiera camuflado tras lo que queremos ver, como si nuestra realidad se hubiera tornado a gusto; estamos frescos y queremos comernos el mundo bebernos la vida, traguito a traguito, nos sentimos fuertes e imparables. Tanto que nos atragantamos. Nos reiniciamos, nos apagamos. Como un ciclo contínuo que se repite una y otra vez. Como el mecanismo de una máquina. No parece tan complicado, se trata de asumirlo extirparle importancia al apagado y al encendido.
El problema es que, en ocasiones el ciclo se hace tan repetitivo que te das cuenta. No de algo en concreto, no se trata de un descubrimiento particular... es una captación del ciclo en su forma más explícita... nos damos cuenta de su funcionamiento, y predecimos lo que acontecerá, nos agotamos porque deja de merecer la pena el encendido, el apagado consume la energía, y comenzamos a funcionar mal, lento, torpemente, nos desesperamos porque reiniciar deja de tener sentido.
Apagar. Encender. Nada.
Y alguien te dice que quizás tengas que reformatearlo todo. Hacer añicos y guardar en la memoria solo aquello que no te condicione el nuevo ciclo, que no te lo manche, para que esté impoluto y perfecto, dispuesto a comenzar otra vez.
No se trata de otra etapa del ciclo. Se trata de un nuevo ciclo aparte. No es huir, es saber colocar puntos finales, cuando lo racional se come a lo irracional y no deja gota.
Lo reformateó todo...
Y solo quedó la papelera de reciclaje.
(apenas10meses.)
1 comentario:
Me reinicio demasiado, y me reinician a menudo cuando no funciono correctamente (según el punto de vista externo)
Reiniciarte y poner punto y final duele, pero que te reinicien duele todavía mas.
Como me gusta leerte.
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