Y entonces te das cuenta.
¿Cuenta de qué?
Mmmmm, cuenta del excesivo agobio de tu cabeza, que te apalea, que te estropea. Cuenta del uso del tiempo, malgastado, tan despistado. Constantes altibajos, y te arañas y te caes y te levantas y ensayas sonrisas y vives por algo. Es un algo troceado en piecitas totalmente dispares, pero… ¡qué casualidad!, todas chispeadas de lo mismo, echas con la misma materia. ¿Y si se juntan? Si se juntan te das cuenta, sí te das cuenta. Pero quieres más, bueno, es inevitable querer más. Te enganchas, te sientes atada, rendida, como un títere gastado, manejada, a sus pies. Y dependencia, constante dependencia de los demás para tus sonrisas triunfantes. Ya no te vales por ti mismo, admítelo, hay algo que te lo impide, que te frena. Pero… te motiva, sí, te motiva y te excita. Entre las costillas perfora un surco perfecto y adictivo, control absoluto del cuerpo, lo pierdes. Cuidado exhaustivo de cada detalle, te pierdes. ¿Cómo se para? Si quisieras lo sabrías, no, si quisieras no, si pudieras. Recuerda tú ya no eres tú, estás a merced de lo ajeno. Absolutamente enganchada. Ni amor, ni destino, ni un te quiero. Droga. Pura y absoluta droga humana.
Y ahora… ¿te das cuenta?
1 comentario:
me encanta tu estilo ; )
Publicar un comentario