jueves, 16 de agosto de 2012
La crítica en la crítica.
La gente. Me encanta este término que "la gente" utiliza para referirse a la supuesta media poblacional de occidente sumida en unos hábitos considerados estándar y altamente estereotipados por ellos mismos y la televisión. Término dudable, pero necesario. Así que me voy a permitir hacer uso de él sin reparo, previniendo posibles críticas merecidas.
Y bien, la gente no sabe ser feliz. En nuestra vida vamos realizando una densa carrera sobre como "aparentar ser feliz" o como "atribuirnos felicidad", sin darnos cuenta que toda esa energía la podríamos usar para sentirla, de forma absolutamente subjetiva y sin caer en la trampa de la oferta 2x1 en cajas de felicidad que venden los medios de comunicación y otros muchos fieles seguidores del régimen.
Lo sé, y aquí es dónde empieza la crítica en la crítica, no debería estar escribiendo sobre "la felicidad". Porque el simple hecho de mencionarla hace que parezca otro estúpido texto vacío y vulgar con afán metafísico y esperanza de éxito como otro capítulo más del trigésimo cuarto libro de autoayuda, psicología barata y engañosa, de "Como vivir mejor" (por ejemplo). Sin embargo, absurda contradicción, lo estoy haciendo. Pero ahora veréis que, en realidad, sólo es una forma de empezar, de introducir, lo que realmente vengo a decir (que no es mucho y, de hecho, nada original), con intención de atraer los ojos del lector, primero, y de la gente, después.
Y es que la gente no sabe fascinarse por las cosas. No sabe enamorarse de las cosas. (Refiriéndome aquí al término "cosa" como desvinculado de todo objeto material). Es como si el amor sólo lo pudieras sentir por otra u otras personas. Cuando realmente te puedes enamorar de un momento, de un vistazo, de una plaza, de un movimiento, de unas vacaciones, de un día de trabajo, de un viaje en metro, de una película, de una canción o de una conversación. Y sentir amor, y que tu cuerpo explote y se sorprenda y se fascine y se lo crea. Tu cuerpo se cree que eres feliz entonces. Lo siente. Y el mundo empieza a merecer un poco la pena. Si tu cuerpo se lo cree es porque la mente bien lo ha sentido. Y no puedes mentirte a ti mismo de esa forma.
Creo y siento, que todo esto no es sólo un medio contemplativo, sino que puede ser incluso pragmático, reutilizando nuestros pequeños amores en la manifestación de nuestro arte personal y en la divulgación de nuestros sentidos, sirviendo, a su vez, de aprendizaje para el resto de transeúntes que divagan por las calles sin mirar a su alrededor.
APASIÓNATE POR LAS COSAS (alguien me dijo un día).
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