Pues, no se dirá ninguna mentira, y por supuesto, ninguna verdad.
Creer en el destino es demasiado fácil; creer en las casualidades, demasiado difícil. Creer en el karma es demasiado ambiguo, y creer en Dios... es creer demasiado. Pero parece que hay que creer en algo. Creer para contestar de un modo relativo e individual a esos interrogantes en búsqueda de respuestas aún de aire.
Yo creo en creer, y es en lo único que creo.
Podemos creer que la mayoría de los hombres que actúan de un modo correcto, entendiéndose “correcto” como “moral”, o lo que cada sociedad entienda como tal, suelen recibir una recompensa pagada de varias maneras a lo largo de su vida, ya sea logrando metas, o en forma de banal alegría pasajera. Los que, sin embargo, actúan de un modo incorrecto pagan en algún momento de su vida lo que han hecho, de una forma u otra, por medio de la justicia o de la conciencia, a corto o largo plazo, pero lo acaban pagando, siempre. Las cosas buenas nos persiguen, y las malas también. Los esfuerzos suelen ser recompensados y las oportunidades perdidas suelen ser, como tales, “pérdidas” de tiempo. La gente generosa suele sentir la generosidad. La gente egoísta suele ser solitaria. La gente que trabaja mucho suele superar metas, la gente que hace el vago no sabe lo que es sentir un logro de verdad. Y es aquí donde quería hacer un llamamiento a un conocido psicólogo muy malinterpretado: Wundt. Quería hacerle alusión a él y a su Voluntarismo, en particular a su concepto de “atención”. A la gente generosa le interesa la generosidad como a la gente cariñosa le interesa el cariño de los demás. A la gente trabajadora le interesa la satisfacción que conlleva un logro, como a la gente ahorradora le interesa comprarse una gran casa. Somos lo que hacemos, por eso actuamos de distintas maneras, según la persona, según la situación, según el momento... y según nuestros intereses personales. Me fijo en lo que me interesa. Si alguien es muy generoso conmigo lo valoraré, y yo tenderé a ser generoso también, al igual que si soy generoso es porque me interesa la generosidad y me fijaré si lo son conmigo. Si me esfuerzo mucho para algo, me interesa cumplir metas y me doy bien cuenta cuando las alcanzo. Es por eso que cumplimos con la recurrente frase de “si se hace el bien, se recibe el bien”, porque el “Bien”, es lo que cada uno entiende como tal, en lo que cada cual presta atención. Y lo mismo ocurre con el Mal. Si robas mucho dinero eres consciente de que no estás actuando “bien”, sin embargo lo haces. El ir a la cárcel, por ejemplo, es pues una opción barajable. Estás prestando atención al dinero, que es lo que realmente te interesa, pero sin dejar de lado el simple hecho de “estoy infringiendo la ley”, de donde vienen luego las consecuencias, las cuales notamos porque SABEMOS el riesgo al que nos atuvimos en su momento. Por tanto fijamos nuestra atención en ese hecho, el cual nos persigue siempre.
Lo bueno y lo malo, entendidos de una forma más individual que colectiva, son creados en uno mismo, confeccionados y amasados a partir de la atención que prestemos a los actos en conjunción con nuestros intereses: si nos interesa el bien, notaremos el bien cuando llegue. Si nos interesa el mal, notaremos pues el mal cuando le toque llegar.
Pero quiero irme un poco más allá. Alejarme del Bien y del Mal, que son conceptos que acarrean consigo muchas connotaciones relacionadas con otros aspectos como la cultura. Quiero centrarme en por qué algo ocurre de una manera en un momento dado y no de otra. Por qué las cosas salen muy mal, y de repente muy bien. Por qué la suerte parece ser a veces lo único que sustenta nuestra vida. Por qué las circunstancias son tan importantes, mucho más que nuestros pocos actos. Todo parece ir relacionado con el azar, la casualidad. La casualidad, un concepto que ojalá pudiera entender algún día. Por ejemplo, casualmente me enamoro de la persona equivocada, pero casualmente eso me sirve para darme cuenta que no era lo que yo estaba buscando y casualmente, también, aparece al tiempo alguien que casualmente me hace feliz.
Creo que existe una especie de fuerza, no hablo del Destino, sino de algo mucho más terrenal, más real, que creo, y vuelvo a creer, que algún día se podrá interpretar en forma de ecuación matemática. Hago A y el resultado es B, pero no me sirve como aprendizaje ese resultado no deseado, ya que posteriormente hago B, pero como la situación es distinta, la solución ya ha cambiado. Y vuelvo a fallar. Cuando “se alinean los planetas”, expresión tan conocida, parece que A da A y B da B. Entonces las cosas salen bien. Parece, por mera probabilidad, que es mucho más fácil que las cosas salgan mal a que salgan bien, ya que no existen solo A y B, sino que hay infinitas letras que representan las posibles soluciones a la ecuación, por tanto que coincidan no es tan fácil. Sin embargo, quizás mi resultado deseado para A, sea A, pero... ¿con el poco dominio que tenemos de las circunstancias, realmente lo deseado es A? Quizás en un principio pueda parecer, pero más tarde nos podemos dar cuenta de que realmente habría sido mejor B. Entonces ¿dónde está el equilibrio entre lo que de verdad nos gustaría como resultado y lo que hacemos para obtener un resultado esperado? Más que el equilibrio, ¿donde se encuentra esa relación, qué establece ese patrón?. Me remonto otra vez a la atención. Si esperamos A, B será desfavorable. Pero si no esperamos nada quizás B sea mucho mejor que A. Prestamos atención a cosas que resultan no ser tan buenas para nosotros, y pasamos por alto otras que quizás sean la clave para encontrar el bienestar, o la siempre deseada felicidad, la cual considero pasajera y en gran medida alimentada de factores negativos para poder hacerse sentir. Eso significaría que un hecho desfavorable, alimenta a uno favorable. Entonces la ecuación A igual a B, pasa de ser desfavorable a ser favorable, no en sí misma, sino favorable para alimentar la felicidad, para hacerla notar.
En fin, entre tanto concepto, tan ambiguo, tan liado, es evidente que no se puede sacar apenas una teoría clara. Pero mi intención no es ofrecer respuestas, sino pequeñas ideas, que me hagan creer en creer, y así poco a poco, ir creyendo en que es posible una explicación, y con ello, una respuesta.