Se escucha el aullido de las sábanas, acto seguido estallan las campanadas que producen los pies descalzos sobre el suelo de madera, por último y cambiando de ambiente, el telón es arrojado al mármol dando sentencia a la impaciente espera. Empieza el rutinario espectáculo.
Acariciando la pista de hielo se abren paso a través de las gradas de metal. Caída libre tras la triunfal entrada. Sólo las más fuertes sobreviven agarrándose a la superficie más cercana. Entonces sus movimientos, pícaros y delicados, las convierten en bailarinas de cristal, tan frágiles que se pueden quebrar en mil pedazos, bañando la calurosa armonía invernal, quizás la fresca mañana de verano que forman las gotas inertes del falso manantial.
Las artistas saltan, ruedan, bailan al son de la melodía que dibuja el movimiento, al compás de lo aún incompleto o al silencio de lo acabado, tan sólo pisando lo ya pisado, mojando lo ya empapado.
Terminan atrapadas, sumergidas entre las lágrimas de las más débiles, como encerradas en un laberinto de espejos. Allí descansan envolviendo un torso desnudo, siendo víctimas de vulgares bailarinas de soja y melocotón que provocan oleaje a la serena mar.
Finalmente sus cuerpos son arrastrados hacia el vacío y en un remolino de vítores y aplausos se despiden con desparpajo dejando atrás compañeras que escaparán con el aire cuando el tiempo se deshaga de ellas, utilizando antes como sombra olvidada el rastro de grandes artistas que ahora tan sólo forman parte de la vulgar y absurda nada.
1 comentario:
que pasa que ya no encuentro nuevas lecturas donde bañarme?
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